viernes, 18 de septiembre de 2015

Mala cabeza


 Publicado en el blog https://dekrakensysirenas.wordpress.com el día de San José de Cupertino de 2015


El corazón va por delante y la cabeza va por detrás, o lo que es lo mismo, lo que tu corazón siente hoy tu cabeza lo entenderá mañana. El corazón vive al día y la cabeza lo hace bajo los efectos de una célula de retardo de veinticuatro horas, un desfase cardiocefálico que la transforma durante un día en una mala cabeza, una cabeza con deseos de sincronía, con los riesgos que eso conlleva: dejarte las llaves puestas en la puerta de casa, dejar la olla exprés en el fuego y que estalle destrozándote la cocina, que parte de ti inunde una garganta sin avisar o que pises una margarita sin darte cuenta de que tiene un número par de hojas. Durante veinticuatro horas estamos a merced de ese desequilibrio; el corazón ya puede estar latiendo desbocado que igual la cabeza está un poco así, a su rollo, tratando de hallar la sincronía desencriptando lo que está ocurriendo desde el punto de vista de la quietud, la frialdad y la equidistancia.

Confucio se puso muy pesado con la necesidad de tener el corazón caliente y las manos largas siempre y cuando la cabeza permaneciera fría. Nada de retardos de veinticuatro horas, y nada de manos cortas. Si subimos nuestro corazón a la cuadriga de Mesala, uno de los pocos ejemplos de caballo del malo que es rapidísimo, conseguirá ponerse en paralelo a la de Ben-Hur, quien va en cabeza, y le destrozará las ruedas con las cuchillas que salen de sus ejes. Un corazón palpitante y desbocado que se encara a tu cerebro te lo va a joder, no tengas la menor duda, por lo que a priori parece sensato que dejes que tu cabeza viva con serena complacencia su asincronía cardial.

Una buena cabeza va a querer asomarse y mirar al cielo, una mala cabeza va a querer meterlo dentro de ella. Y es que es muy tentador tener un cielo en la cabeza. Uno o varios, porque Dante nos habló de la existencia de muchos cielos, y él tenía metida en su cabeza a Beatrice, su cielo, el origen de su mala cabeza y de su poético pene erecto. Virgilio ya se dio cuenta de eso, la tienda de campaña en la túnica de Dante mientras dormía no dejaba lugar a dudas. Y qué tienda de campaña, señor. Incluso Virgilio se puso un poco tonto y dudó si tornar su buena cabeza en una mala cabeza.

Nuestra cabeza es redonda para permitir al pensamiento que cambie de dirección cuando le apetezca, pensamientos omnidireccionales, y sin embargo vivimos rodeados de malas cabezas que deciden ser unidireccionales, que no se animan a dejar la senda a la que fueron fijados desde pequeños. Estamos rodeados de personas de una sola dirección, que no se abandonan, que guardan fidelidad justo a lo que no hay que guardarla. Es la gente gris, la de las manos cortas, el corazón frío y la cabeza parlanchina; no tienen una cabeza mala sino una pobre y triste cabeza.

A pesar de que la cabeza es esférica no es ella quien lleva la corona del deseo, la lleva el corazón que es el que habla, bla bla bla bla bla, todo movidas coronarias sin cesar. Los corazones charlatanes hay que dejarlos hablar todo lo que quieran, pero eso sí, siendo siempre conscientes de que es a la cabeza a quien realmente tenemos que escuchar. El problema se nos plantea cuando escuchamos con atención a la mala cabeza, a la del retardo de las veinticuatro horas, a la de las manos largas, a la de la tienda de campaña dantesca y la que lidia con el corazón coronado y parlanchín. Un problema planteado en una mala cabeza con un cielo ingrávido en su interior la convierte en un globo de helio que pretende elevarte hacia el más alto de los placeres olímpicos.

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