Publicado en el blog https://dekrakensysirenas.wordpress.com el día de Santa Rosa de Lima de 2015
Es el segundo en el que se detiene el tiempo, el segundo en el que se
concentra toda la eternidad y la respiración cesa. Los músculos se
tensan sin posibilidad alguna de defensa ante el ataque masivo de placer
que estamos a punto de sufrir. Es el segundo en el que los pájaros
hunden su cabeza hasta el fondo de la negra flor que se abre extasiada
en su máxima amplitud. Es ese instante en el que las personas flotan y
concentran todos sus sentidos en la pasión hedonista del disfrute más
absoluto. Es el momento húmedo por excelencia, justo ese instante en el
que los sabores cambian, las extremidades se entumecen, la piel se
agolpa bajo las uñas, las sábanas se empuñan con fuerza y la mente se
deshace de todo lo ajeno a la celestial consecuencia del deseo. Es ese
el segundo que condujo a Satie a desencriptar los rayos de luz del
amanecer y a Bach a conciliar el sueño de Goldberg.
Es ese segundo
en el que las pasiones se entrelazan y se anudan en algo que dura para
siempre, el amor fugaz que pretende y desea ser permanente, duradero y
verdadero. Es ese instante el lapso que separa la unión de la eternidad,
el antes del después, la inundación de la sequía, el derrame y el
colapso. En ese segundo conseguimos recorrer largos trechos de ida y
vuelta hacia tierras legendarias de antiguos faraones. En ese momento
las pieles erizadas dejan de friccionar como premonición de lluvia. El
segundo en el que olvidas que yaces en un colchón tirado sobre el suelo
en una vivienda huérfana de todo tipo de mobiliario. Ese instante de
silencio que hace enmudecer el estruendo de la calle, el segundo en el
que las manos se crispan y arrancan los gemidos rojos del alma. La
rigidez del amarillo cede justo en ese momento en el que las gotas de
sudor condensadas arquean la espalda. Es ese instante en el que con los
brazos en cruz dejamos caer nuestro cuerpo hacia atrás sobre un campo
lleno de flores multicolor.
Ese es el segundo que demuestra que
llevamos toda la vida esperando compartirlo juntos, y los posteriores, y
los anteriores a través de hechizos que volteen el tiempo que tuvimos
que estar unidos y lo malgastamos en otras vidas. Porque no hay nada en
nuestro interior que quiera que ese segundo termine. Es la pasión y el
amor encerrados en la cárcel del espacio-tiempo que nos separa lo que
hace que el segundero nunca avance y se quede estancado justo ahí, en
las bocas entreabiertas, en los ceños fruncidos, en la desesperación del
amor salvaje que cabalga sobre nuestras espaldas.
Es ese segundo en el que quiero vivir para siempre dentro de ti.
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