viernes, 13 de noviembre de 2015

Independentismo, referéndums y café con leche

 Publicado en la revista www.nomasiva.com el 13 de noviembre de 2015

Un café con leche consta esencialmente de dos componentes: café y leche. Existen muchos tipos de café con leche en función de la cantidad presente de cada uno de esos dos elementos: si hay mucho más café que leche es un “cortado” y a la inversa es un “manchado”. En cualquiera de los casos, sea cual sea la modalidad de café con leche, una de sus principales características es que una vez unidos café y leche volver a separarlos se antoja algo complicado, es algo casi imposible. Y si por algún extraño proceso físico-químico conseguimos desasociar las moléculas de café de las de la leche, seguro que cada uno por separado nunca serían como lo fueron antes de la mezcla.
España amaneció en 2015 servida como un “cortado”, Cataluña es la leche y el resto somos el café. Un cortado en el que café y leche se unieron a finales del s.XV y al que un francés echó azúcar y removió a principios del s.XVIII.  Observamos atentamente a través de una taza transparente ese cortado y vemos que tanto en el fondo, como en la superficie, como en la parte media, como en las zonas próximas a las paredes de la taza la mezcla es consistente, homogénea. Con sus peculiaridades, por supuesto, el café con leche del fondo soporta la presión de todo el líquido superior y en la superficie la temperatura será menor al estar en contacto con el aire. Hablamos de diferencias físicas, causales, circunstanciales que en absoluto distorsionan la realidad de que café y leche están indisolublemente mezclados.

Cataluña es la consecuencia de 500 años de mezcla con el resto de España, y el resto de España es la consecuencia de 500 años de mezcla con Cataluña. Todo lo que es la Cataluña del s.XXI es consecuencia de la mezcla con el resto de España, y todo lo que es la España del s.XXI es la consecuencia de la mezcla con Cataluña. Cataluña ha bebido de España y España ha bebido de Cataluña.

En esa tesitura nos encontramos a un grupo de personas que se autodenominan lácteos, “Nosotros somos la leche” es su lema. Personas que nacieron en el interior de un café con leche y que ahora vienen a reclamar lo que dicen que es suyo, la leche, no quieren más café. Tengo la impresión de que gente que ha nacido en el interior de un café con leche no son capaces de concebir qué es la leche de forma aislada, porque nunca la han visto, quizás han imaginado cómo sería, porque esa leche nunca ha existido, hace 500 años existía el Reino de la Leche, una leche que está ya más que caducada, salvo que pretendan restaurar usos lácteos medievales. Pero aun así respetemos a esas personas que se creen la leche y escuchemos lo que nos quieren decir.

El colectivo de personas que se creen la leche quieren independizar la fracción de café con leche que linda con el aire, la superficie, lo templaíto, lo que es agradable a los labios y no quema. Para hacer más amable ese deseo de separarse del resto del café con leche que está más al fondo de la taza (más caliente, quizás con posos o desagradables trocitos de azúcar que no se han disuelto) lo plantean desde un punto de vista “democrático”. Es decir, quieren preguntar a todas las moléculas que disfrutan de la amable situación en la superficie si desean separarse del resto del café, especialmente del café con leche del fondo, el que está notablemente más dulce o más amargo. Y ahí está la falacia, porque bajo la excusa de que quieren algo tan inaudito como separar la leche del café, lo que quieren es quedarse con ese sorbito inicial de café con leche, el de la supeficie, el que mola, el que tiene la temperatura exacta.

Separar la leche del café es imposible, y no tiene nada de malo la búsqueda de cosas imposibles, pero lo que no es concebible es intentar tapar con un manto de democracia una mentira, que es preguntar solamente al café con leche que hay en la superficie si quiere disociarse del resto.  Aun así, pongámonos en línea con los deseos independentistas de esos que se creen la leche y que dicen sentirse oprimidos por Juan Valdés.  Intentemos complacerles y sigamos escuchándoles.
Supongamos que todos estamos equivocados y que esas personas que hablan en nombre de la leche descubren un modo de separarla del café, un proceso físico-químico desconocido hasta ahora que sólo ellos conocen. Si del café con leche de la superficie se independizara la leche, automáticamente la concentración de café se elevaría en el resto. Es un cambio drástico que afectaría a toda la taza, pues si vamos a un bar y pedimos un café con leche mitad y mitad y nos ponen un cortado probablemente nos quejemos. No es lo mismo, al consumidor de la taza le vamos a quitar más sueño del que ha decidido. La decisión del cambio de concentración de café en toda la taza no es lógico ni justo que la decida solamente la porción de café con leche que hay en la superficie, lo debe decidir toda la taza.

La democracia consiste en que todos los actores tengan capacidad de decisión sobre los temas que le afectan. La pseudodemocracia consiste en que unos pocos pretendan tener capacidad de decisión sobre temas que afectan a personas a las que les niegan eso mismo, su derecho a decidir. El cinismo pseudodemocrático consiste no solo en que unos pocos quieran decidir sobre una mayoría pasiva, sino que además lo camuflen con una bandera de falacia democrática. Es muy característico de personas que se creen la leche apropiarse del derecho a decidir sobre los demás sin su voz ni su voto, tratando además de convencernos de que eso es la verdadera democracia. Y eso no es democracia, eso es irracionalidad, tiranía y prepotencia.

Preguntemos a todas y cada una de las moléculas de la taza sobre lo que les gustaría que ocurriera con su futuro, si se calientan, se enfrían, se disocian, aumentan su concentración, la disminuyen o si se quedan como están. Por preguntar que no quede, al final la taza entera se la va a beber el mismo, el poderoso Sr. Don Dinero tumbado plácidamente en esa butaca llamada Europa.

Populismo


Publicado en la revista www.nomasiva.com el 3 de noviembre de 2015

Hoy día escuchamos continuamente en los medios de comunicación que si tal o cual partido es, o ejerce prácticas “populistas”, como si todos tuviéramos que saber de serie qué es el populismo o en que consiste. El año pasado cayó en mis manos un libro llamado “Populismos latinoamericanos, los tópicos de ayer, de hoy y de siempre” de Carlos Malamud*, donde se caracteriza el funcionamiento del populismo y sus objetivos, especialmente el de raíz bolivariana. Dicho libro, cuya lectura recomiendo vivamente, concluye con un decálogo, una especie de tablas de los mandamientos populistas que en mayor o menor medida podríamos extrapolar y – manteniendo las distancias – reconocer en la política española de hoy día. Los diez mandamientos del populismo son:

  1. “Quien discrepa del gobierno es un antipatriota”; esto lo vemos a diario en el asunto del órdago catalán al estado español. Artur Mas, uno de los abanderados del populismo mesiánico de hoy en día, se pronuncia y actúa única y exclusivamente en nombre de los catalanes independentistas, obviando a los catalanes no independentistas, mayoría según las últimas elecciones a la Generalitat del 27/09/2015, quienes son tratados de “anticatalanes” y “antipatriotas”.
  2. “Nada de lo que han hecho los predecesores ni nada de lo que harán los sucesores en el gobierno sirve de nada”; aspecto muy bolivariano y adanista éste, muy acorde con los pensamientos vertidos por otro de los mesías en ciernes de hoy en día, Pablo Iglesias (Podemos), PP y PSOE, es decir, el pasado, no han hecho absolutamente nada bien 40 años de democracia, toda España le espera a él, al que sabe hacer las cosas bien.
  3. “La Constitución está al servicio del gobierno y no el gobierno al servicio de la Constitución, por lo que se puede modificar tanto como se estime”; volvemos al mesías Artur Mas. La Constitución es la ley fundamental del estado votada por todos los españoles (catalanes incluidos) en 1978 y es respetable solo si a mí me viene bien. Intento cambiarla, pero como no me dejan, pues me la salto, pero lo que debe quedar bien claro es que Artur Mas está por encima de la Constitución Española, su criterio es el que vale.
  4. “Las leyes no están hechas para ser cumplidas por el gobierno”; volvemos al asunto constitucional y de Artur Mas, quien considera que si una ley no le viene bien hay que sobrevolarla. Siendo la Constitución la ley máxima del estado y queriendo Artur Mas saltársela a la torera, podríamos contemplar la posibilidad de que no solo sea esa la ley la que se quiere saltar, sino todas aquellas que le oprimen para no poder ejercer practicas corruptas dentro de su partido. Obviamente en este apartado también encajan los múltiples casos de corrupción con los que PP y PSOE se han enriquecido de forma ilícita a lo largo de los años.
  5. “Creación de anticristos”; apartado esencial del populismo y en el cual caen la practica totalidad de partidos: la culpa de todo lo malo que nos ocurre ni por asomo es por culpa nuestra, el origen está fuera, es un enemigo exterior, nuestro anticristo. Para Pablo Iglesias el anticristo es “la casta”, para el PP es “la herencia recibida”, para el PSOE es el PP, para el independentismo catalán todo lo malo que ocurre, incluyendo meteorología y fenómenos cósmicos, es por culpa del estado Español que les oprime.
  6. “La oposición no debe contradecir al gobierno”; en este apartado da igual quién sea el partido en el poder y cual el de la oposición, la misión de ambos es la de desacreditarse mutuamente, si uno dice “sí” el otro tiene que decir “no” y viceversa, sin pensar, no importa la temática ni las preocupaciones del ciudadano, el objetivo fundamental es primero quitarle la razón al de enfrente para a continuación dártela a ti mismo. Y como nunca acaban dándose la razón, se desciende al plano de lo absurdo, al “y tú más” que no conduce a nada. Este sexto apartado del decálogo populista no tiene mucha aplicación en nuestro país afortunadamente, en otros más puramente bolivarianos la oposición es aplastada sin piedad.
  7. “Si la oposición gana unas elecciones municipales, autonómicas o generales se considera un golpe de Estado civil contra el gobierno”; el hecho de que a partir de las últimas elecciones municipales en algunas importantes capitales como Madrid, Barcelona, Valencia o Cádiz gobiernen partidos distintos a los tradicionales PP-PSOE ha sido visto por éstos, especialmente por el PP, como una “radicalización”, una afrenta grandísima que nada tiene que ver con ellos. Si la gente no les ha votado es por un complot, porque ellos nunca jamás de los jamases se equivocan, lo cual supone una amenaza grandísima a la estabilidad del Estado. Si en Madrid hay atascos cuando llueve es por culpa de estos nuevos actores, si los había cuando gobernaba el PP seguramente era porque la gente conduce fatal o porque la lluvia era fortísima.
  8. “Los movimientos sociales en favor del gobierno son aceptables, los otros no”; el mejor ejemplo lo encontramos concentrado en el año 2011 donde se unieron dos eventos muy dispares. Por un lado el 15M, esa espontánea reacción popular de descontento ante el bipartidismo que buscaba hallar una democracia más participativa, recibió lo más agrios desprecios por parte de los gobernantes del PP. A pesar de su pacifismo, éstos fueron caracterizados por aquellos como “reunión de perroflautas que no van a misa y no se afeitan”. En el otro lado tenemos las Jornadas Mundiales de la Juventud, que esos sí, afeitaditos, en misa y bajo un lema tan psicotrópico como “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” colapsaron Madrid en agosto de aquel año con más de 2 millones de asistentes. Pero esos no había que denigrarlos, ni su colapso molestaba, esos eran amiguitos del PP.
  9. “Clientelismo”; a la hora de confeccionar un gobierno es muy importante tener extendida una importante tela de araña que abarque a los principales actores económicos del país. El origen y destino de los ministros y sus asesores serán empresas de gran porte: multinacionales, energeticas, farmaceuticas, etc. Es este el entramado que permite que los intereses económicos/financieros se transmitan al gobierno como por cables de alta tensión, y sean éstos los que nos gobiernen en última instancia, mediante tráfico de sobres, cargos e influencias.
  10. “Los pueblos originarios tienen derecho sobre sus territorios”; volvamos a Cataluña, donde los independentistas, los que se dicen oriundos, han llegado a la conclusión de que el origen de sus problemas es su pertenencia a España. Unidos desde hace más de 500 años y con la quinta mejor evolución de renta per capita mundial en los últimos 50 años, Cataluña dice vivir oprimida por culpa del resto de España. Cuando preguntas a un catalán el origen de su “nación catalana” la mayoría dudan, algunos te dicen que la Marca Hispánica de Carlomagno, otros que Wilfredo el Velloso, otros directamente no tienen ni puta idea, pero tienen claro que todos sus males se personifican en España y los españoles. Los independentistas reclaman que ellos son de allí y que aquella tierra es suya y de nadie más, como un niño con su juguete que no quiere prestárselo a nadie. Parten de la idea de que en Cataluña, después de 500 años de integración, sólo hay catalanes, cuando aquello se ha construido a través de siglos de trabajo de muchos otros actores, gallegos y andaluces sobre todo en el último siglo. Si Cataluña reclama prepotente su supremacía basandose en el “gen” catalán al más puro estilo Sabino Arana, ¿quienes fueron los primeros catalanes?, ¿los visigodos?, ¿los romanos?, ¿los íberos?, ¿había neanderthales con una senyera?. ¿Quienes son los catalanes originarios y por qué y para qué reclaman su tierra para ellos solos en tiempos de integración y globalización?.

En este resumen solamente he pretendido caracterizar algunas de las practicas populistas, comunes a la practica totalidad de partidos españoles de hoy en día, con especial relevancia en las renovadas fuerzas que ha tomado el asunto independentista catalán con ocasión de la crisis económica y los casos de corrupción de CiU. Es un poco el mito de la caverna de Platón, los independentistas miran una pared donde los gurúes del secesionismo proyectan sombras de la realidad que quieren que vean, el resto de catalanes vive fuera de esa caverna, en sus vidas, en sus cosas, viendo lo que les va a caer encima por culpa de los que sólo quieren ver lo que nos separa y no lo que nos une.

(*) Carlos Malamud es catedrático de Historia de América en la UNED e investigador principal para América Latina y la comunidad iberoamericana del Real Instituto ElCano de estudios internacionales y estratégicos. Ha sido investigador visitante en el Saint Anthony’s College de la Universidad de Oxford y en la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires. Ha estado en posesión de la Cátedra Corona de la Universidad de los Andes, de Bogotá. Entre 1986 y 2002 dirigió el programa de América Latina del Instituto Universitario Ortega y Gasset, del que ha sido subdirector.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Religión en las escuelas

Publicado en www.nomasiva.com el 28 de octubre del año de Nuestro Señor Jesucristo de 2015

Antes de plantearse si la religión es necesaria o no en la escuela quizás deberíamos plantearnos qué es la religión, o las religiones, porque hay miles. Aunque vivimos en una sociedad postmoderna e intensamente informada sigue habiendo preguntas para el ser humano que aún no tienen respuesta, entre ellas las clásicas ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos?. Pues bien, una religión es un sistema de pensamiento y de hipótesis existenciales coordinadas que tratan de dar respuesta a todas esas preguntas. Por ejemplo, para un hindú nuestra alma viene de un cuerpo que murió previamente y se va instalando sucesivamente en otros conforme va muriendo la materia orgánica, dependiendo de si hemos sido buenos o malos la siguiente reencarnación será en un ser de existencia superior o inferior; es decir, vivimos metidos en una rueda. Según un cristiano somos hijos de Dios, quien va eligiendo almas e instalándolas en embriones humanos que al final de sus vidas recibirán un Juicio Final donde en función de lo que hayan hecho irán al cielo o al infierno.

Cada religión tiene su pack de respuestas, y todos esos packs de respuestas tienen un nexo común: ninguna de sus hipótesis están probadas científicamente. Todas las religiones comparten caracteres comunes: todas creen estar en posesión de la verdad absoluta, todas creen que si profesas otra distinta a la suya acabarás mal y todas invitan a que les hagas caso bajo amenaza de castigos horribles. Es decir, las religiones fomentan la distinción, la discriminación, la segregación y el odio. Si todas las religiones postulan que si profesas otra vas al infierno, la realidad es que vas a ir sí o sí hagas lo que hagas.

Todo el mundo tiene derecho a profesar la religión que le dé la gana, en paz y sin que nadie le moleste, siempre y cuando él deje en paz y no moleste a nadie. Es así de simple, la religión debe inscribirse dentro de los más razonables límites del respeto, y no al revés. Una religión como la judía que se autoproclama “el pueblo de Dios” indirectamente nos denigra a los demás, los receptores del diluvio y de los más horribles castigos del despiadado Dios del Antiguo Testamento. El catolicismo, heredero directo del cristianismo y de aquel judaísmo es un tanto lo mismo. "Católico" viene del latín “catolicus” que significa “universal”, y una religión que pretende meter con calzador sus tesis a todo el mundo sea cual sea su condición sin atender a la diversidad no puede ser universal.

En un entorno académico donde se estudia la lengua y la literatura, las matemáticas, la Historia, las ciencias de la naturaleza, de la sociedad etc, todas ellas materias que viven holgadamente dentro de los parámetros de la metodología científica no pueden mezclarse con el mundo imaginario de las religiones. A un niño no se le puede decir que el agua ebulle a 100 grados y no a 99 y a continuación que un hombre que es hijo de sí mismo se dejó crucificar para resucitar al tercer día y que nadie le viera salvo sus amigos. No está mal creer que Zeus manda rayos desde el cielo ni que Horus lucha contra Set día y noche, si en realidad son cosas muy bonitas, pero no se deben mezclar con la ciencia. La ciencia es otra cosa, la ciencia es lo que nos acerca a la comprensión del cosmos dentro de un exhaustivo método científico.

La ciencia y la religión se diferencian fundamentalmente en eso, en el método científico. En éste se parte de hipótesis razonables, se ponen en duda y se someten a todo tipo de pruebas para finalmente llegar a tesis, a leyes naturales comprobables desde todos los posibles puntos de vista. La religión es todo lo contrario al método científico, parte de hipótesis alocadas (serpientes que hablan y dan manzanas, bestias que bajan de los cielos, gente que resucita y camina sobre las aguas), está absolutamente PROHIBIDO poner en duda todas esas hipótesis bajo riesgo de caer en el pecado, excomunión, infierno o muerte horrible y se convierten en tesis y “leyes naturales” como por arte de magia: “llueve porque la Virgen del Rocío quiere”, “he aprobado la asignatura porque le puse una vela al Cristo de Medinaceli”, “no me he quedado embarazada porque llevaba una estampita de San Cayetano”.

Cada padre es perfectamente libre de meter (bajo su responsabilidad) a su hijo en una catequesis, secta, grupo religioso o lo que le dé la gana, por supuesto, faltaría más, pero fuera del horario escolar. Que la nota de religión haga media con otras disciplinas científicas es como si el cerebro de un niño fuera una olla de lentejas a la que le añades como toque maestro una cucharada de nocilla. Me parece bien que a los obispos y sus adeptos conservadores en el gobierno les molen las lentejas con nocilla, pero por favor, un respeto a los que tenemos cierto gusto gastronómico, espiritual y académico.

viernes, 9 de octubre de 2015

Opinión de Mierda



Te levantas por la mañana y lo primero que haces es escuchar las noticias de tu emisora favorita, esa que está perfectamente alineada con tus convicciones políticas. Luego pones la tele y ves las imágenes asociadas a esas noticias que escuchas en la radio, pero no en cualquier canal, sino en ese que también es dueño de la emisora de radio. La forma en que se presentan las noticias es quasi idéntica, solo que en la tele además tienes la oportunidad de ver una tertulia protagonizada por una mayoría de adeptos a esa ideología. La cuadratura del círculo se alcanza con la prensa escrita, pero no cualquier periódico, sino aquel que tornea las noticias al gusto de los oídos de sus correligionarios.

Una vez meditada e interiorizada esa información polarizada de la realidad te vas a cualquier red social y lees los comentarios de aquellas personas a las que sigues, todas seleccionadas cuidadosamente por ideología entre el marasmo de criaturas que usan el podio de sus miles de followers para mezclar estupidez con sentamientos de cátedra.

Objetivo: destruir al adversario, ese al que desangran tus medios de comunicación favoritos. La vida política en la sociedad de hoy parece que sólo se concibe de un modo y es ridiculizando al adversario, no importa si éste es el partido en el gobierno o en la oposición, de izquierda, de derecha, centro, arriba, abajo, da exactamente igual. Si ellos dicen NO, tú tienes que decir SÍ y viceversa, lo realmente importante es no pensar demasiado, lo mínimo, lo justo para no cagarse encima y llegar a tiempo al wc. Destrucción y proselitismo es la clave, que todos mis amigos y los que van a serlo piensen como yo, hagan como yo y hablen como yo. Vaya a ser que a alguien se le ocurra debatir sobre las necesidades de las personas, sobre la necesaria igualdad de géneros y razas o incluso sobre sentar en una mesa a todos los políticos de todos los colores, echar la llave y hasta que no lleguen a acuerdos ni pan ni agua.

Misión: ocultar errores del partido que a ti te gusta y amplificar los del adversario. Porque de todo el mundo es sabido que nadie comete errores en política, y si se comenten no hay que entonar el mea culpa ni pedir disculpas, ni asumir que todos nos equivocamos y por tanto muchos errores deben ser perdonables y/o comprensibles, hay que señalar con el dedo los del de enfrente para desviar la atención de tus cagadas.

Hordas de personas con poca o ninguna formación se dedican a dar su opinión sobre la realidad bajo el prisma de su ideología, pivotando ésta sobre medios de comunicación polarizados que retuercen las noticias al gusto de los cráneos pensantes que les manipulan sin saberlo. Sin olvidar a los historicistas iluminados que explican la realidad a través de la Historia, ese ejercicio pseudoculto que hace sangrar los ojos y que pretende justificar hechos presentes tirando del pasado, olvidando contextos socioeconómicos, culturales, evolutivos, religiosos, demográficos, políticos e incluso climáticos.

La política es una ciencia que trata del gobierno y organización de sociedades humanas. No todo el mundo está capacitado para hablar de política, ni mucho menos para ejercerla. Si se trata de organizar, una persona que no tiene capacidad ni tan siquiera de hacerse la cama o de ser el presidente de su comunidad de vecinos no puede ir dando lecciones de política económica o de diplomacia internacional. Su opinión claro que puede darla, por supuesto, faltaría más, en este bendito país nadie debe estar exento de ese bendito deporte nacional que es el de hablar de lo que no se tiene ni puta idea.

Imagino a muchos de esos superlistos que vierten sus sesudas opiniones políticas en redes sociales tumbados en su sofá en calzoncillos, rascándose el culo, móvil en ristre, y con una olla de macarrones con tomate reseco en los bordes haciendo pluf-pluf, porque no saben cocinar otra cosa. Y lo más probable es que les llamen de jurado en la próxima entrega de estrellas Michelín. No tienen estudios pero no hace falta, teniendo Google, Twitter y Facebook automáticamente eres premio Nobel de todo y ya sabes economía, historia, astrofísica, química, taxidermia, matemáticas, etiología, literatura, epistemología, antropología, gobernanza y, como no, POLÍTICA.

Por favor, atalayas del saber, líderes espirituales de masas de followers, sabihondos, mejores yernos del mundo, amigos del chistecito fácil y de la ironía unidireccional, no dejéis de darnos a diario vuestra opinión de mierda, España os necesita.




jueves, 24 de septiembre de 2015

El Gran Raimundo



Era un verano abrasador como pocos, los alacranes se tumbaban patas arriba desesperados en los cerros de arcilla implorando misericordia divina esperando que la canícula cesara, aunque fuera un poquito. Mi hermano tenía que llevarme a casa de mis abuelos desde la librería que mi madre tenía en la calle San Miguel y había dos opciones, el camino largo dando un rodeo por las calles de abrasador asfalto o acortando a través de los cerros recocidos por una calor inmisericorde. Yo era aún muy pequeño, no recuerdo si tenía 5 o 6 años y mi hermano, 5 años mayor, decidió tirar por el camino corto. En mitad de la asfixia de aquel paisaje sofocante surgió de entre las ondas de aire hirviendo la figura de un gitano borracho. Se detuvo justo frente a nosotros y dirigiéndose a mí me preguntó “Hola chaval, ¿cómo te llamas?”, pregunta a la que no sabía si responder siguiendo los sabios consejos de mis padres de no hablar con desconocidos.  Adelantándose a mis dudas mi hermano le preguntó al gitano que qué es lo que quería, a lo que él, tambaleándose por la melopea, sacó una navaja, se la puso en la cara y le dijo “le he preguntado al pequeño por su nombre, ¿me lo vas a decir?”. En cuanto vi la navaja oxidada el terror se apoderó de mí y apreté su mano con fuerza. Mi hermano, larguirucho y desgarbado, nada impresionante, soltó mi mano, me la puso en el pecho y me echó hacia atrás interponiéndose entre el gitano y yo. “Él se llama Alejandro, y yo Jesús, ¿nos dejas seguir nuestro camino?”. Creo que el gitano no se esperaba esa respuesta, porque inmediatamente reformuló la misma pregunta en un tono similar, pero esta vez dirigida directamente a mi hermano “¿Cómo te llamas chaval?, ¿Y el pequeño?”. Su estado de embriaguez le hizo repetir una y otra vez la misma pregunta no sé cuantas veces, 10, 15, 20 quizás, bajo un sol abrasador. El sudor corría por mis espaldas producto del pánico y de la asfixia, rodeado de una sinfonía de chicharras en Sol mayor. Pero mi hermano, con un valor que no sé de donde sacó, respondió una y otra vez con nuestros nombres hasta que por fin el gitano se apartó del camino y nos dejó seguir. Al llegar a nuestro destino lloré de miedo en brazos de mi abuela hasta que no me quedó ni una gota en el cuerpo. Mi hermano hizo lo mismo, pero escondido para que no le viera nadie, para que no le viera yo. Él fue el caballero de la triste figura que por primera vez en la vida me defendió con unos cojones que yo creo que ni él sabía que tenía.

Y es que mi hermano se pasó toda la vida chinchándome. Cuando me operaron de apendicitis el doctor dijo que por favor nadie me hiciera reír para que no me tiraran los puntos al hacerlo, podría abrirse la herida. Y el cabronazo de mi hermano se pasó los tres días que estuve hospitalizado haciendo mongoladas para que me descojonara de risa y me retorciera de dolor a la misma vez. Nuestros juguetes favoritos eran los clics de Famobil, teníamos cientos de clics, pero la joya de nuestras respectivas coronas eran mi castillo y su barco pirata. Él acostumbraba a poner nombres peculiares a todos y cada uno de sus clics y al vigía, al que vivía aupado en la cesta del mástil central le llamaba “El Gran Raimundo”, un clic con camisa roja y tricornio azul al que amaba. Yo tenía mi castillo perfectamente organizado, con soldados equidistantes distribuidos por las murallas, con cuidadores de caballos, comandantes, cocineros, príncipes, comerciantes y todo lo necesario para el discurrir de la vida en ese microuniverso medieval de plástico. Mi hermano era nervioso, caótico y desorganizado, todo lo contrario que yo, y mantenía que el caos y el desorden siempre vencerían al orden. “Solo necesito al Gran Raimundo para destruir tu castillo” era su grito de guerra; lo asía fuertemente con la mano y lo destrozaba todo con sólo ese clic hasta derrumbar las murallas del castillo y no dejar pieza sobre pieza. Esos eran los momentos en los que me iba llorando a mi madre a decirle que mirara lo que había hecho mi hermano, quien con amplia sonrisa se sentaba en el suelo orgulloso del caos que había organizado a su hermano el megaordenado. 

Los caminos del orden y del desorden en general tienen unas coordenadas precisas y divergentes, pero no se cebaron en el caso de mi hermano, quien a pesar de su mente caótica, sus tres paquetes de ducados al día, sus nervios infinitos y su culo de mal asiento le condujeron a una vida estable y familiar dentro de los márgenes de un razonable bienestar.  Ambos hermanos, el ordenado y el desordenado, viviendo a varios miles de kilómetros de distancia, moraban sus vidas dentro de sus cauces.  El hermano megaordenado no tenía suficiente con una carrera de ingeniería, tenía además que estudiar Historia, “eres gilipollas pero mola” me decía mi hermano. Mientras él disfrutaba de una placentera vida insular en la que trabajaba un día a la semana, el hermano gilipollas se sumergía innecesariamente en el estudio de las cosas pasadas.
 
Y es precisamente eso lo que estaba haciendo aquel 4 de junio de 2009 a las 17h, estudiar geografía descriptiva como un gilipollas, aquel día tocaba estudiar la agricultura y economía en el sudeste asiático. Tenía frente a mí aquel mapa con los iconitos del arroz, el trigo y todas esas cosas cuando sonó el teléfono. Era mi cuñada, menudo coñazo, que querrá ésta ahora que me va a interrumpir el estudio. Descolgué el teléfono de mala gana y aquella primera frase me taladró el cerebro “Ale, que tu hermano se ha muerto”. Recuerdo que se me cayó el teléfono al suelo, sentí una especie de mareo y vi el mapa del sudeste asiático moverse agitadamente sin saber porqué. En ningún momento pensé que se tratara de una broma, el tono de voz desgarrado no dejaba lugar a dudas. En ese momento la sombra del gitano borracho con la navaja oxidada se proyectó frente a mí, él y yo solos, sin nadie que me pusiera la mano en el pecho y me echara hacia atrás. Ahora era yo el que tenía que echarle cojones a la cosa. Porque fue a mí al que le tocó llamar a mi padre para decirle que su hijo mayor había muerto, una triste elegía narrada por la voz de su hijo pequeño. 

Mi hermano era una persona extrema. Comía en extremo, fumaba en extremo y bebía en extremo, no conocía ningún tono de gris. Su leitmotiv se resumía en el lema: “si hay chocolate, me como todo el chocolate”.  Su modo salvaje de vida le llevó un día a comerse ocho flanes Dhul de una sentada, sin cuchara, sorbidos directamente del plato, en homenaje al salvaje mayor, mi padre, que siendo joven apostó comerse veintidós huevos fritos de una sentada y venció. El deporte y mi hermano eran dos conceptos que formulados uno detrás del otro sonaban rarísimo, “los que hacen deporte son gilipollas”. Y a lo mejor llevaba razón, pero los que no lo hacen además tienen papeletas para funestos sorteos. Y a él le tocó el premio gordo. Estaba subiendo a un avión que le llevaría desde Tenerife a la isla del Hierro cuando se dio cuenta que había olvidado las gafas de sol en el coche, que para más inri era de alquiler. "Joder, tengo que recuperar mis gafas", y con su proverbial morro se plantó en la cabina del piloto y le dijo que ni se le ocurriera arrancar el avión, que iba a ir al coche en la otra punta del aeropuerto a recuperar sus gafas. Mi hermano, que una vez convenció a un musulmán de que se comiera un bocata de morcilla, también convenció al piloto de que no arrancara el avión, “sal echando hostias al coche que te espero”, y eso hizo. Corrió hacia el coche, cogió sus gafas, y de nuevo corrió de vuelta hacia el avión. Un kilómetro para allá y otro kilómetro para acá echando leches, un cuerpo a un mes de cumplir cuarenta años que no hacía deporte y que, ay el puto destino, nadie sabía que tenía un defecto congénito en el corazón. Empapado en sudor ocupó su asiento y súbitamente empezó a sentirse mal, muy mal. Con el avión despegando le dijo a la azafata que por favor le diera agua, ésta le dijo que esperara a que el avión se pusiera horizontal, pero mi hermano no podía esperar más porque su tiempo acabó ahí. La carrera para conseguir las gafas de sol le costó la vida, pues aquel defecto cardiaco dio la cara justo en ese fatídico momento y se le paró el corazón, una muerte súbita con el avión empinado elevándose a los cielos de Canarias. En los asientos inmediatamente delanteros casualmente iban dos cirujanos zaragozanos que iban a hacer pesca submarina al Hierro, e inmediatamente se dieron cuenta de la gravedad de la situación. Con el avión en vertical tiraron a mi hermano al pasillo e intentaron reanimarle mientras el avión giraba y volvía al aeropuerto Reina Sofía donde una UVI móvil ya esperaba en la misma pista de aterrizaje. Pero nada se pudo hacer. El alma de mi hermano quedó para siempre flotando en algún lugar sobre el océano Atlántico.

Sentí la punta de la navaja del gitano borracho penetrando mi garganta mientras le decía a mi padre que su hijo había muerto. Mi padre, esa roca humana, fría y disciplinada se enfrentó al peor mazazo de su vida, sobrevivir a un hijo poco después de haber superado él mismo un infarto. El gitano y yo estábamos solos en aquel cerro arcilloso y ardiente, ambos eramos los únicos que permanecíamos en pie, rodeados de personas que se habían desmoronado. Vi la angustia de todas las dolorosas del mundo encarnadas en los ojos de mi madre, vi como esa fabulosa roca humana fría y disciplinada se desparramaba por el suelo hecha barro, vi a mis abuelos hundidos ante la desaparición de su primer nieto “el caótico”. En aquel momento comprendí la evolución de la psique infantil al ver la reacción de mis dos sobrinas ante la muerte de su padre. La mayor, de siete años, fue consciente de todo lo que estaba pasando, ¿y cómo se consuela a una criatura así ante semejante drama?. La pequeña, de cinco, aquel día lloraba por empatía, porque lo hacía su hermana, pero no comprendía el motivo, tarde o temprano su padre aparecería por algún lado. Hoy día no se acuerda de nada. Aquel día comprendí que vivimos en un mundo donde a la vuelta de la más insospechada esquina puede hacer acto de presencia tal dolor que puede llegar a volverte loco.
Días antes mi hermano me había llamado por teléfono mientras estudiaba los primeros temas de geografía descriptiva, se aburría en el trabajo y me llamaba para contarme movidas asombrosas que pasaban por su cabeza, y podía ponerse increíblemente coñazo. Decidí no cogerle el teléfono, “tengo que estudiar y voy a perder una hora con el pesao de mi hermano, ya le llamaré luego”. Y no le llamé. Esa habría sido la última vez que hubiera hablado con mi hermano, pero una vez más puse la Historia por delante de todo y de todos. Efectivamente él tenía razón, fui un auténtico gilipollas con la mierda de la Historia. Esa negativa a coger el teléfono a mi hermano, y haber oído su voz y sus paranoias por última vez me tortura desde entonces. Y es que aquel 4 de junio fue el día en el que un tornado pasó por mi vida arrasando todo lo que había, fue el día en el que el gitano borracho sonrió complacido por verme al fin solo, sin figuras de autoridad, indefenso. Porque en la vida llega un momento en el que ya no puedes ir corriendo a llorarle a mamá porque alguien ha destrozado tu castillo, ni nadie te va a poner la mano en el pecho apartándote del peligro para defenderte de él. Es ese punto de la vida en el que ya no van a tirar de ti, te tienes que bajar del carro, ponerte delante y tirar tú de él, como un buey con una yunta que pesa una tonelada frente a un camino ardiente que te quema los pies y cuyo horizonte está emborronado por el aire hirviente que se eleva delante de tus ojos. 

Meses después del entierro me afané en la búsqueda del Gran Raimundo, enmarcada en una descorazonadora persecución de fetiches que avivaran el recuerdo de mi hermano. Y le encontré, poniendo así la primera piedra de mi conversión en evocador de su vida y milagros. También me apliqué en la consecución de un libro, el Santoral escrito por Luis Carandell, que mi hermano anhelaba y nunca tuvo por estar descatalogado. Porque resulta que él adoraba bromear con la vida de los santos, "menudo gilipollas hacer bromitas de ese tipo" pensaba yo. También lo encontré, de segunda mano gracias a internet, herramienta en la que él estaba bastante pez. Por otro lado, en los cómics se suele representar a los muertos de color azulado y con dos X en los ojos. Esa imagen superpuesta a algo tan presente y perenne en mi vida como Pink Floyd y su fundador Syd Barret forjaron la idea. De fondo un drama, una muerte, una angustia, un disparo en mitad del alma que vierte sangre sobre el suelo. Y tetas, porque otra cosa no, pero mi hermano tenía auténtica devoción por las tetas bien grandes.

Desde que encontré al Gran Raimundo duerme todas las noches a mi lado, en mi mesita de noche velando mi sueño. Porque aunque ya nadie vaya a defenderme de las navajas oxidadas que el destino quiere hundirme en el cuello, aún existe un pequeño pirata de camisa roja que me ayuda a recoger diariamente las lágrimas condensadas del más profundo amor por mi hermano.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Mala cabeza


 Publicado en el blog https://dekrakensysirenas.wordpress.com el día de San José de Cupertino de 2015


El corazón va por delante y la cabeza va por detrás, o lo que es lo mismo, lo que tu corazón siente hoy tu cabeza lo entenderá mañana. El corazón vive al día y la cabeza lo hace bajo los efectos de una célula de retardo de veinticuatro horas, un desfase cardiocefálico que la transforma durante un día en una mala cabeza, una cabeza con deseos de sincronía, con los riesgos que eso conlleva: dejarte las llaves puestas en la puerta de casa, dejar la olla exprés en el fuego y que estalle destrozándote la cocina, que parte de ti inunde una garganta sin avisar o que pises una margarita sin darte cuenta de que tiene un número par de hojas. Durante veinticuatro horas estamos a merced de ese desequilibrio; el corazón ya puede estar latiendo desbocado que igual la cabeza está un poco así, a su rollo, tratando de hallar la sincronía desencriptando lo que está ocurriendo desde el punto de vista de la quietud, la frialdad y la equidistancia.

Confucio se puso muy pesado con la necesidad de tener el corazón caliente y las manos largas siempre y cuando la cabeza permaneciera fría. Nada de retardos de veinticuatro horas, y nada de manos cortas. Si subimos nuestro corazón a la cuadriga de Mesala, uno de los pocos ejemplos de caballo del malo que es rapidísimo, conseguirá ponerse en paralelo a la de Ben-Hur, quien va en cabeza, y le destrozará las ruedas con las cuchillas que salen de sus ejes. Un corazón palpitante y desbocado que se encara a tu cerebro te lo va a joder, no tengas la menor duda, por lo que a priori parece sensato que dejes que tu cabeza viva con serena complacencia su asincronía cardial.

Una buena cabeza va a querer asomarse y mirar al cielo, una mala cabeza va a querer meterlo dentro de ella. Y es que es muy tentador tener un cielo en la cabeza. Uno o varios, porque Dante nos habló de la existencia de muchos cielos, y él tenía metida en su cabeza a Beatrice, su cielo, el origen de su mala cabeza y de su poético pene erecto. Virgilio ya se dio cuenta de eso, la tienda de campaña en la túnica de Dante mientras dormía no dejaba lugar a dudas. Y qué tienda de campaña, señor. Incluso Virgilio se puso un poco tonto y dudó si tornar su buena cabeza en una mala cabeza.

Nuestra cabeza es redonda para permitir al pensamiento que cambie de dirección cuando le apetezca, pensamientos omnidireccionales, y sin embargo vivimos rodeados de malas cabezas que deciden ser unidireccionales, que no se animan a dejar la senda a la que fueron fijados desde pequeños. Estamos rodeados de personas de una sola dirección, que no se abandonan, que guardan fidelidad justo a lo que no hay que guardarla. Es la gente gris, la de las manos cortas, el corazón frío y la cabeza parlanchina; no tienen una cabeza mala sino una pobre y triste cabeza.

A pesar de que la cabeza es esférica no es ella quien lleva la corona del deseo, la lleva el corazón que es el que habla, bla bla bla bla bla, todo movidas coronarias sin cesar. Los corazones charlatanes hay que dejarlos hablar todo lo que quieran, pero eso sí, siendo siempre conscientes de que es a la cabeza a quien realmente tenemos que escuchar. El problema se nos plantea cuando escuchamos con atención a la mala cabeza, a la del retardo de las veinticuatro horas, a la de las manos largas, a la de la tienda de campaña dantesca y la que lidia con el corazón coronado y parlanchín. Un problema planteado en una mala cabeza con un cielo ingrávido en su interior la convierte en un globo de helio que pretende elevarte hacia el más alto de los placeres olímpicos.

lunes, 31 de agosto de 2015

Josefa María de las Llagas de Jesús Crucificado


El primer día en el que realmente fue consciente del nombre que le habían puesto sus padres maldijo cielos y tierra. Y es que hay que ser muy cabrón para ponerle de nombre a tu hija Josefa María de las Llagas de Jesús Crucificado. No teniendo bastante con eso, Josefa María de las Llagas de Jesús Crucificado, a la que a partir de ahora nos referiremos por comodidad como Josefa, tenía problemas con la reflexión de la luz. Josefa estaba borrosa, si la mirabas fijamente la veías como a través de los agujeritos de una media puesta en la cabeza, como se veía Sara Montiel en la tele, glamourosamente difuminada pero sin trucos. Por si fuera poco tenía el pelo muerto, la piel blanca como la cal y sólo era feliz poniéndose la ropa de su abuela, una diminuta señora llamada Inegunda que medía 1,40m.

Josefa María de las Llagas de Jesús Crucificado tenía una relación muy especial con la sangre de la gente, soñaba con bañarse en ríos de sangre humana para poder sentirse algo viva. Pasaba los días observando el casi imperceptible palpitar de la aorta en los cuellos de los vecinos del pueblo. Ni que decir tiene que nunca había probado esa sensación, era una sanguinaria cobarde, depresiva y difusa, no había matado a nadie. Aún. Cuando era pequeña se divertía crucificando gallinas en las puertas del corral y clavándole cuchillos evocando al tal Longinos. Se lo pasaba superbién. La putada fue cuando la pillaron, no sólo porque se le acabó el rollo, sino porque su padre tuvo que pagar al dueño todas y cada una de las gallinas torturadas, y dicho cargo se lo pasó a su hija traducidas las pesetas en hostias.

Ya de adolescente Josefa pensó que ya que era una cobarde para matar a personas y bañarse en su sangre, quizás sí que era valiente para dar vida a otras. De semejante razonamiento irracional nació de inmediato su obsesión por quedarse embarazada, de quien fuera, daba igual. Trazó un plan cuya belleza radicaba en su sencillez: ir a un pub, acercarse a algún chico guapo de la barra, invitarle a una copa y decirle que la dejara preñada allí mismo. No podía fallar.

Un 23 de julio, con una calor que te cagas, Josefa María de las Llagas de Jesús Crucificado se dirigió al pub Sueños 3 que había en el pueblo para poner en marcha su plan (el Sueños 1 y 2 los cerró Sanidad debido a una plaga de chinches y cucarachas azules). Estaba espectacular con su pelo pegado a la cara, una camisa raída de su abuela con las mangas que le llegaban al codo y una falda negra de raso. Por supuesto iba sin bragas, no se podía parar a perder el tiempo en nimiedades. El enjambre de clientes que pululaba por el Sueños 3 era tal que Josefa pasaba completamente desapercibida a pesar de su efigie borrosa y difuminada. Allí había gente con la cara tatuada de piel de leopardo, gente que se había trasplantado el cerebro a la palma de la mano para poder dar hostias razonables, osos pardos con sus oseznos tomando zarzaparrilla y personas ingrávidas que flotaban por la estancia descojonadas de risa pasándoselo superbién como globos llenos de helio.

Josefa rápidamente advirtió que un chico guapísimo estaba en la barra, solo y sin beber nada, mirando a la nada. ¿Te puedo invitar a una copa? le dijo, y él aceptó rápidamente pues no tenía dinero, un vodka con zumo de naranja por favor. Marchando. Se bebió media copa de un trago, y en cuanto intentó sin éxito enfocar la cara de Josefa se bebió la otra media del tirón. Sin tiempo para que el vodka hiciera efecto en su organismo, Josefa María de las Llagas de Jesús Crucificado se lanzó en tromba y le arrojó sus intenciones a la cara: “Oye, que necesito que me folles y me dejes preñada aquí y ahora mismo”. Los ojos de él se mantuvieron dentro de las cuencas de milagro, pues del susto que se llevó casi se le salen, pero eso sí, la presumible contención muscular que los cuerpos comedidos ejercen ante la sorpresa no pudieron evitar que el vaso del consumido vodka con naranja se redujera a añicos ante la presión de su mano crispada, clavándose cientos de esquirlas de cristal en la palma. La sangre empezó a chorrearle por los brazos, por la barra del bar, goteando en el suelo. Pronto se formó un inmenso charco de sangre, y es que aquel hombre padecía una rara dolencia que consistía en la generación ilimitada de sangre por defecto de plaquetas y exceso de inmortalidad. Por favor, dijo él, búscame unos puntos de sutura porque como no cierre las heridas de la mano vamos a morir todos ahogados en mi sangre. Los que flotaban ingrávidos se carcajeaban de los que se subían a las mesas y a las sillas para evitar mancharse de esa inundación sanguinolenta que estaba empezando a preocupar a la clientela del Sueños 3. 

Josefa reaccionó con prontitud a aquella escabechina, desgarró la vieja camisa que llevaba puesta de su abuela y le hizo un eficacísimo torniquete que en cuestión de segundos detuvo la hemorragia que ya estaba alcanzando niveles de manguera de bomberos a toda presión. El desgarro de la camisa dejó a la vista sus enormes tetas blancas cual monja de clausura, que salpicadas de sangre provocaron una inesperada erección en aquel chico guapísimo. ¿Cuál es tu nombre, guapo? Todos me llaman Jesús, aunque mi nombre real es Dulce Nombre de Jesús Transfigurado en su Gloria. Conforme Jesús iba desgranando uno a uno los títulos que conformaban su verdadero nombre, Josefa notaba como el amor iba licuándose por el interior de sus muslos hacia abajo. Sin duda era el hombre de su vida. Pues yo me llamo Josefa María de las Llagas de Jesús Crucificado y ya no quiero que me dejes preñada, quiero que me llenes la bañera de casa de sangre para bañarme en ella a ver si así dejo de estar borrosa. Qué digo bañera, me vas a llenar la piscina de mi vecina de sangre para nadar y hacerme unos largos. La única pega, el único problema que veo así a priori es que tendremos que matarlos a todos, porque no creo que les parezca bien que yo, su vecina la rara, venga así de buenas a primeras a llenar su piscina de sangre humana y nadar plácidamente como si tal cosa. No te preocupes Josefa María de las Llagas de Jesús Crucificado, los mataremos a todos juntos tú y yo, y viviremos nuestra vida de una forma sangrienta y difuminada, el sentido de mi vida es el de la expulsión de hematíes, no concibo la vida sin dejar hematíes míos por todos lados. Y sin tetas, unas bien blancas y bien gordas tampoco.  Ays que bien Jesús, no sabes cuanto te quiero. Y yo a ti, Josefa, y yo a ti.

Y fueron perdices y comieron felices.

viernes, 28 de agosto de 2015

Hablame / Inspira el aire



Creo que tenía unos 13 o 14 años cuando sucedió lo que voy a contar a continuación, es decir, de esto hace más de 25 años, por lo que espero disculpéis de antemano las lagunas. Estaba solo en casa, mi hermano ya vivía en Granada haciendo sus estudios de físicas y mis padres se habían ausentado, probablemente para ir a misa porque creo que era domingo, y yo, tras la clásica discusión con mi padre por mi negativa a acompañarles, me quedé en casa escuchando Radio 3. 

Escuchaba un programa del cual no recuerdo el nombre, su contenido se centraba en palabras contenidas en títulos de canciones. El locutor elegía una palabra, por ejemplo “Recuerdo”, y pinchaba algunas canciones cuyo título contuviera esa palabra: “Recuerdos de una noche” de Triana, “Entre mis recuerdos” de Luz Casal, etc.  A continuación se  abrían los micrófonos al público, entraban llamadas en directo donde los oyentes apuntaban canciones que contuvieran esa palabra y que el locutor no hubiera contemplado en su selección. 

Pues bien, aquella mañana la palabra elegida era “Respirar” o similares. Fui escuchando atentamente todas las canciones que iban poniendo que contenían esa palabra, una tras otra, y después la de los oyentes, y mi sorpresa cada vez era mayor porque a nadie se le había ocurrido poner “Breathe” de Pink Floyd, la primera canción del magistral The Dark Side Of The Moon. Miré al teléfono fijo, ese modelo Teide blanco viejuno que teníamos entonces en casa, tenía el número del programa, quería llamar, DEBÍA llamar, pero estaba cagado de miedo, me daba una vergüenza que me iba a morir. 

Hice de tripas corazón y llamé, el teléfono en una oreja y un auricular del equipo de música en la otra. Cuando me escuché a mí mismo en la radio me entró una especie de sudor frío, me moría de miedo a hacer el ridículo con un tesoro tan valioso entre las manos como esa canción de Pink Floyd frente a las mierdacas que estaban poniendo. En cuanto escucharon mi tono de voz el locutor me dijo “ay, ¿cuántos años tienes bonico?” y le dije los que tenía, no recuerdo, pero creo que aún estaba en EGB, se notaba claramente que era un niño. Cuando me preguntó por la canción le dije que si importaba que fuera en inglés, y me dijo que no importaba, y le dije “Breathe, de Pink Floyd”, a lo que el locutor hizo un sonido de aprobación diciendo “¡claro!, está el programa a punto de acabar y nadie había hablado de ella, me alegro que hayas sido tú, pero no se llama “Breathe”, se llama “Speak to me/Breathe (in the air)” ¿te lo ha dicho tu mamá o tu papá?” y yo respondí “¿CÓMO?, estoy solo en casa y he sido yo solito el que la he seleccionado, escucho tu programa todas las semanas”. Se oyeron risas de fondo y me sentó realmente mal, no solo porque no me creyeron sino porque no había dicho el título de la canción correctamente, y odio equivocarme. A continuación y para quitar hierro al asunto me preguntaron que qué tiempo hacía por mi pueblo, les respondí que llovía a mares (mientras veía el sol lucir esplendoroso a través de la ventana del salón de mi casa) y colgué. Seguí escuchando por los auriculares los comentarios jocosos sobre ese crío al que alguien presuntamente había chivado esa canción de Pink Floyd. 

Y pusieron la canción, esa canción, ese disco y ese grupo que me ha acompañado toda mi vida. Llevaba bastante tiempo sin oírla y lo estaba deseando. No tenía el vinilo (no tenía pasta), tenía una cinta grabada que mi hermano se había llevado a Granada sin hacerme una copia, porque no teníamos cassette de doble pletina. El CD era entonces objeto de lujo y yo no tenía ni uno solo, ni reproductor de CDs tampoco. Cuando empezó a sonar la primera parte del “Speak to me”, con los latido del corazón, la respiración, los gritos, el dinero, el tiempo sentí lo que llevo sintiendo desde siempre que me enfrento a esa canción: placer en flotación.

Nací justo entre el “The Dark Side of the Moon” y el “Wish You Were Here”, éste último lo compró mi padre cuando yo tenía un añito, un añito horroroso para mis ellos, pues era el típico niño porculero que no dormía ni un solo minuto por las noches. Chupetes mojados en miel, azúcar y leche condensada de forma alternada, cuerdas atadas al pomo de la puerta para facilitar la oscilación de la cuna, muñequitos de diversos tipos… mis padres ya no sabían que hacer para que dejara de llorar, porque los diversos pediatras que me veían decían que no tenía aparentemente nada malo, que sencillamente era así de insomne y de coñazo. Hasta que un día a mi padre se le ocurrió pinchar “Shine on you crazy diamond” mientras intentaba dormirme en brazos.  Según él en cuanto empezó a escucharse ese progresivo surgir de la música desde el silencio, esa guitarra, mi cuerpo empezó a relajarse, a destensarse, y me quedé dormido. Me puso en la cuna, la acercó a los altavoces y ahí fue donde me tragué por primera vez el Wish you were here enterito, en silencio, en paz. Ese fue el inicio de mi relación vital con Pink Floyd.

Pocos años después del evento del programa de radio que acabo de contar, tendría unos 15 años, dos chicas “luchaban” por salir conmigo. Ambas querían impresionarme haciéndome el mejor regalo que jamás me podría hacer nadie. La primera era (y es) pianista y sabía que adoraba a Mozart, especialmente la sonata 11 K.331. Durante un mes estuvo ensayando en secreto para tocarla para mí, desnuda. Con la distancia de los años me parece casi obsceno recrearme en la imagen de aquella niña con cuerpo de mujer plena, sentada frente a su piano tocando para mí los más de 20 minutos de esa bellísima sonata. Aquel regalo me sublimó, me encantó, me invadió la misma sensación de siempre, la de porqué se molesta alguien en hacer algo así  para mí que no soy nada.

Sin embargo fue la segunda chica la que dio en el clavo con un regalo aparentemente menos espectacular: mi primer CD, el The Dark Side of the Moon, en contubernio con mi padre que acababa de comprar un reproductor para nuestro equipo de música. Recuerdo perfectamente aquel día en el que mientras mis padres veían en sus correspondientes sofás el telediario yo me senté en el suelo, detrás de ellos, enchufé los auriculares y escuché por primera vez con nitidez extrema el sonido de un CD, y no cualquier CD, sino aquella joya por la que suspiraba, por la que pasaba horas sentado en el suelo diseccionando la carátula mientras mis padres hacían su vida ajenos a mi sereno placer acústico. Aquella chica, la que me regaló el CD, fue mi primera novia seria con la que estuve muchos años hasta que la curvatura del tiempo y la madurez nos lanzó por caminos distintos de la vida.

Moraleja: Si alguno de vosotros conocéis el nombre de aquel programa de radio o de aquel locutor por favor decidle que la canción la elegí YO SOLITO.