Eran las 3 de la madrugada del
recién inaugurado 12 de agosto de 2012 cuando unos extraños ruidos parecían
provenir de las azoteas de la comunidad. La configuración cerrada de ésta
entorno a un patio interior hacía que sonaran amplificados como si de una caja
de resonancia se tratara. Sillas y sombrillas que caen a la calle, grifos que
se abren y no se cierran, varios huevos de gallina estrellados en el suelo con
gran violencia.
A los pocos minutos los vecinos
de edificios colindantes bajan a la calle en pijama gritando "¡Fuego!,
¡Fuego!". En el garage se había declarado un extraño incendio, 3 coches y
4 motos, cada uno de ellos en un extremo, ardían. Policía y bomberos hicieron
su trabajo no pudiendo evitar la catástrofe. Primeras conclusiones: Cuatro focos
distintos el incendio es claramente provocado.
Aquella noche sólo 2 de los 15
vecinos dormían en su casa, el resto estaban de vacaciones. Ella, al oír las
voces abrió la puerta de su casa para ver que ocurría y se encontró con unas
llamaradas inmensas. Entró en estado de shock de modo que los bomberos tuvieron
que sacarla en camilla. Él había llegado en bicicleta a las 1:30 de la
madrugada. A las 3:30 abrió la puerta de su casa, miró las llamas impertérrito
y tras lanzar una casi imperceptible sonrisa cogió su bicicleta y se marchó de
nuevo como si con él no fuera la cosa.
Los días a continuación fueron de
un incesante ir y venir de policía científica, bomberos, peritos y
aseguradoras, fontaneros, electricistas y un largo etcétera de actores que
intentan acelerar la recuperación del maltrecho edificio. Ni agua, ni
saneamientos, ni electricidad, ni telecomunicaciones... Nada. En 3 semanas el
edificio recuperó su habitabilidad y todos sus servicios, manteniendo aún las
cicatrices del fuego en su piel. Llegó el día en el que se restableció el
suministro en el último de los pisos. Le sucedió una nueva noche extraña.
A las 2 de la madrugada, casi
como una profecía, nuevos ruidos quiebran el silencio del patio. Cristales que
se rompen, ventanas que se abren y se cierran. En la comunidad de nuevo sólo
hay 2 personas, una chica distinta a la del primer incendio y él. La extraña
sucesión de ruidos la alarmó de inmediato. Se asomó al balcón y vio como salían
del piso de él botellas y jarras de cristal volando que acababan estrellándose
en el suelo. Inmediatamente llamó a la policía que, dados los antecedentes, se
apresuró y estuvo escrutando la comunidad palmo a palmo linterna en mano. Él se
asomó a la ventana quejándose de los ruidos a esas horas de la madrugada reclamando
su derecho a dormir porque a las 5 de la mañana se tenía que levantar. La
confusión y la ausencia de rastros hacen volver a la policía a la comisaría.
Falsa alarma.
No habían pasado 20 minutos desde
que los policías decidieron irse cuando de nuevo empieza la retahíla de objetos
lanzados. Nueva llamada y en este caso la policía se centra en su casa. Llaman,
llaman, llaman, golpes en la puerta, voces pero nada. No abre. Sin potestad
para derribar la puerta de donde permanece atrincherado, se vuelven a la
comisaría y envían a varios policías de paisano quienes patrullarían durante
toda la noche por la calle sin éxito.
A la mañana siguiente, la luz del
día descubre papeles amontonados y quemados en cuadros eléctricos y contadores.
Sin duda ha sido un nuevo intento de incendio. Nuevamente policía científica y
delegados de seguridad del ayuntamiento se presentan para tomar muestras y
mostrar su preocupación ante lo que parece una declarada inquina y odio hacia
una comunidad que alguien ha decidido que debe arder.
Ir y venir de especialistas y
técnicos, teorías que retumban en el patio de la comunidad sobre la autoría de
ambos sucesos. Pasado el mediodía la policía acaba su trabajo y con ellos todos
los demás desalojan la comunidad menos el administrador, que queda envuelto en
el habitual silencio sepulcral del patio. Una llave gira y él sale de su casa.
El administrador perplejo pregunta ¿no te has enterado que te han estado
llamando la policía toda la noche y parte de la mañana?¿No tenías que despertar
a las 5 para trabajar?. Él se encoje de hombros y con una expresión extrañada
dice "me he tomado un Myolastán y no me he enterado de nada", da
media vuelta, coge su bici y luciendo de nuevo esa extraña sonrisa se va.
Su piso es el más pequeño y está
de alquiler. Es el único que no se ha visto afectado en el incendio. Tampoco
tiene más vehiculo que la bicicleta, por lo que tampoco sus pertenencias han
sido afectadas lo más mínimo. No ha perdido nada.
La vela que mantiene encendida día
y noche en su ventana sigue alumbrando su oscuridad.